sábado, 31 de diciembre de 2011

Cristo, Velázquez, dos literatos y una cornada

Velázquez, Cristo crucificado, c.1632, sala 14

¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno.
(...)

Miguel de Unamuno (1864-1936)



Banderillero desganado.
Las guedejas del sueño cubren tu ojo derecho.
Te quedaste dormido con los brazos alzados,
y un derrote de Dios te ha atravesado el pecho

Un piadoso pincel lavó con leves
algodones de luz tu carne herida,
y otra vez la apariencia de la vida
a florecer sobre tu piel se atreve.

No burlaste a la muerte. No pudiste.
El cuerno y el pincel, confabulados,
dejaron tu derrota confirmada.

Fue una aventura absurda, bella y triste,
que aún estremece a los aficionados:
¡qué cornada, Dios mío, qué cornada!

Ángel González (1925-2008)

viernes, 30 de diciembre de 2011

El Prado escondido: un paseo virtual por los fondos de los almacenes (I)

Obras que rara vez vemos en las salas por falta de espacio, pero que al menos tienen su hueco virtual en la galeria online del Museo...

Louis de Caulery, Crucifixión, óleo sobre tabla, siglo XVII, adquisición de 1982.
Louis de Caulery, pintor flamenco nacido a finales del siglo XVI y fallecido en la década de 1620. Trabajó en Amberes y se dedicó fundamentalmente a la pintura de género.



martes, 27 de diciembre de 2011

Recrearse en la música...

Tiziano, Venus recreándose en la música, c. 1550, sala 44.
Fuseli, Mujer desnuda y joven tocando el piano, c. 1799.

viernes, 21 de octubre de 2011

Y un triste orgullo la encendía... ¿Qué pensaría?

José de Ribera, Media figura de mujer, c.1635, sala 7.

Michiel Coxie, Tríptico de la Muerte de la Virgen (detalle), antes de 1550, sala 57

-La pensativa- 
En los jardines otoñales, 
bajo palmeras virginales, 
miré pasar muda y esquiva
la Pensativa. 
La vi en azul de la mañana, 
Con su mirada tan lejana; 
Que en el misterio se perdía 
De la borrosa celestía. 
La vi en rosados barandales 
Donde lucía sus briales; 
Y su faz bella vespertina
Era un pesar en la neblina… 
Luego marchaba silenciosa 
A la penumbra candorosa; 
Y un triste orgullo la encendía, 
¿Qué pensaría? 
¡Oh su semblante nacarado 
Con la inocencia y el pecado! 
¡oh, sus miradas peregrinas 
de las llanuras mortecinas! 
Era beldad hechizadora; 
Era el dolor que nunca llora; 
¿Sin la virtud y la ironía 
Qué sentiría?
En la serena madrugada, 
La vi volver apesarada, 
Rumbo al poniente, muda, esquiva 
¡La Pensativa! 

José María EGUREN (1874-1942)

lunes, 3 de octubre de 2011

El pintor Claudio de Lorena es nombrado duque (o Por qué me niego a leer periódicos)

Ayer, casi me come una visitante. Me preguntó por una salita con cuadros de pequeño formato de pintores como Degas y Corot.  Le contesté que suponía que se refería al gabinete de dibujos de la segunda planta, pero que allí había sólo obras del siglo XVIII español. La señora insistió en que esas obras se encontraban en el Museo, incluso me dijo que había preguntado en información y que le habían dicho el número de sala (?). Yo volví a insistir, explicando que el Prado no tiene nada de siglo XIX francés (con la salvedad de un desnudo femenino al más estilo Pompier expuesto junto a los Fortuny; al menos hasta donde sé). Finalmente, la visitante (no sin cierto atisbo de desconfianza hacia mi respuesta)  me explicó que había leído un artículo en El País cuyo periodista hablaba de una salita con obras de esos pintores. Le expresé a la mujer mi curiosidad por el artículo a fin de ver de dónde venía al confusión.

Acabo de localizar ese artículo (publicado en el periódico español el 24 de septiembre, en su suplemento cultural, Babelia) y, efectivamente, el periodista, José Luis Estévez, dice, literalmente que "si Manuel Rivas, escritor, tuviera que elegir un lugar para escapar del mundanal ruido no elegiría la isla desierta o el rincón bucólico de la montaña en el que muchos pueden pensar, él escogería una pequeña sala del Museo del Prado en la que se encuentran cuadros de pequeño formato de pintores como Corot, Degas o De Nittis". Ignoro si la pomposa frase es cosecha propia y exclusiva del periodista o es una paráfrasis, como otras del artículo, de algo dicho por el propio Manuel Rivas. En cualquier caso, no quepo en mi asombro ante la profunda ignorancia y desconocimiento vertidos en un artículo publicado en, se supone, uno de los principales periódicos de tirada nacional. Si el autor de la frase (fuera quien fuere) dijese "se encontrasen", entendería que le gustaría pasar su tiempo en el Museo del Prado junto a los grandes maestros y, además, tres importantes pintores del XIX francés, no autóctonos del Prado. Sin embargo, al emplear el presente de indicativo, afirma rotundamente que esos pintores se encuentran en las colecciones del Museo, poniendo en evidencia que no sólo hace mucho que no visita el Prado, sino que no tiene la más mínima idea de las colecciones que alberga la pinacoteca más importante de España y una de las principales de Europa.

Se me podrá decir: ¿cuántos españoles conocen más o menos los fondos del Museo? Es cierto que probablemente el ciudadano medio de a pie (e incluso, lamentablemente, universitario) no sepa más que nombrar a Velázquez, Murillo y Goya, y aunque yo considere una cuestión de cultura general (y casi obligación de todo ciudadano español) conocer mínimamente sus glorias artísticas, seamos sinceros: no es así y tampoco viene al caso que nos ocupa. Lo que me enerva es comprobar, una vez más, el nivel formativo y la curiosidad nulos de la mayoría de periodistas (Manuel Rivas también es periodista), quienes suelen cometer errores de bulto al escribir sobre cuestiones culturales y encima cobran por ello. Me viene a la memoria otro caso sangrante y vergonzoso: un artículo en el Mundo sobre la exposición de Roma que acaba de clausurar el Prado. En el artículo se hablaba especialmente de Claudio de Lorena, pintor francés del XVII, llamado Claude Lorrain en su idioma materno. Pues bien, como ilustración al artículo, se incluía un supuesto retrato del pintor. Quien sepa un poco de pintura (y de historia) se dará cuenta inmediatamente, por moda y estilo pictórico, de que el retrato es de la primera mitad del XVI. Efectivamente, pone junto al retratado Claude Lorrain, pero si quien escogió la foto hubiese hecho algo más que meter "Claudio de Lorena retrato" en google imágenes, habría sabido que ese Claude Lorraine del retrato es el duque de Guisa, personaje muerto en 1550. Pero pedimos peras al olmo.

Qué razón tenía Nietzsche cuando enarbolaba la espada contra los periodistas diciendo de ellos que no son más que "el esclavo de papel del día", que "ha triunfado, en todo lo que se refiere a la cultura, sobre el docente superior, y a este último no le queda más que la metamorfosis, ya presenciada con frecuencia, de moverse ahora también él en la manera de hablar propia del periodista, con la «ligera elegancia» de esa esfera, cual una mariposa jovial y culta".

domingo, 25 de septiembre de 2011

Torrijos, Espronceda y Gisbert

Antonio Gisbert, Fusilamiento de Torrijos, 1888, sala 61A
Helos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están ¡ay! los que fueron
honra del libre, y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.

Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria en desdichado día.

Españoles, llorad; mas vuestro llanto
lágrimas de dolor y sangre sean,
sangre que ahogue a siervos y opresores,

y los viles tiranos con espanto
siempre delante amenazando vean
alzarse sus espectros vengadores.

José de Espronceda (1808-1842)

lunes, 19 de septiembre de 2011

Copying myself... by Sorolla

Sorolla, María Teresa Moret y Remisa, señora de Beruete, 1901, sala 60A

Sorolla, El pintor Aureliano de Beruete, 1902, sala 60A.

domingo, 18 de septiembre de 2011

martes, 30 de agosto de 2011

Una prefigura flamenca de Caravaggio...

Maestro de Fráncfort, Tríptico de la Sagrada Familia con santos (tabla central), c. 1510-1520, sala 57a




Caravaggio, Cesto de frutas, c. 1596,  Pinacoteca Ambrosiana, Milán

domingo, 14 de agosto de 2011

El mini obelisco flaminio...

Obeliscus Flaminius, segunda mitad del siglo XVIII, pórfido, 121 cm x 15,5 cm x 13,2 cm, sala 102
Obelisco flaminio, Plaza del Popolo, Roma

Piedras milagrosas

Copa de ágata con cabeza de negro, c. 1600, Sala 101.

"Agata, es piedra de diversos colores, de las quales ay algunas especies diversas (...) La de Sicilia es negra cortada con vena blanca. Tiene (según dizen) virtud contra las mordeduras de las viuoras, y escorpiones, estando ligada sobre la mordedura, o molida y bevida con vino" Juan de Arfe, Quilatador de la plata y oro y piedras (siglo XVI)

lunes, 1 de agosto de 2011

Copying Caravaggio


Michele KOECK (1760-1825), Descendimiento, Santa Maria in Vallicella, Roma
Caravaggio, Descendimiento, 1604, Museos Vaticanos



sábado, 9 de julio de 2011

Giovanni Lanfranco, Jesús en el desierto asistido por ángeles, c. 1616, Museo de Capodimonte, Nápoles                       

Francisco Pacheco, Jesús asistido por ángeles en el desierto,c. 1616, Museo Goya, Castres
Guido Reni, La Virgen de la Silla, sala 26.

domingo, 3 de julio de 2011

Impresiones velazqueñas (y III): Quevedo

Velázquez, Felipe IV, c. 1653, sala 12.



MEMORIAL

Católica, sacra y real majestad,
Que Dios en la tierra os hizo deidad:

Un anciano pobre, sencillo y honrado.
Humilde os invoca y os habla postrado.

Diré lo que es justo, y le pido al cielo
Que así me suceda cual fuere mi celo.

Ministro tenéis de sangre y valor,
Que sólo pretende que reinéis, señor,

Y que un memorial de piedades lleno
Queráis despacharle con lealtad de bueno.

La Corte, que es franca, paga en nuestros días
Más pechos y cargas que las behetrías.

Aun aquí lloramos con tristes gemidos,
Sin llegar las quejas á vuestros oídos.

Mal oiréis, señor, gemidos y queja
De las dos Castillas, la Nueva y la Vieja.

Alargad los ojos; que el Andalucía
Sin zapatos anda, si un tiempo lucía.

Si aquí viene el oro, y todo no vale,
¿Qué será en los pueblos de donde ello sale?

La arroba menguada de zupia y de hez
Paga nueve reales, y el aceite diez.

Ocho los borregos, por cada cabeza,
Y las demás reses, á rata por pieza.

Hoy viven los peces, ó mueren de risa;
Que no hay quien los pesque, por la grande sisa.

En cuanto Dios cría, sin lo que se inventa,
De más que ello vale se paga la renta.

A cien reyes juntos nunca ha tributado
España las sumas que á vuestro reinado.

Y el pueblo doliente llega á recelar
No le echen gabela sobre el respirar.

Aunque el cielo frutos inmensos envía.
Le infama de estéril nuestra carestía.

El honrado, pobre y buen caballero,
Si enferma, no alcanza á pan y carnero.

Perdieron su esfuerzo pechos españoles.
Porque se sustentan de tronchos de coles.

Si el despedazarlos acaso barrunta
Que valdrá dinero, lo admite la Junta.

Familias sin pan y viudas sin tocas
Esperan hambrientas, y mudas sus bocas.

Ved que los pobretes, solos y escondidos.
Callando os invocan con mil alaridos.

Un ministro, en paz, se come de gajes
Más que en guerra pueden gastar diez linajes.

Venden ratoneras los extranjerillos,
Y en España compran horcas y cuchillos.

Y, porque con logro prestan seis reales.
Nos mandan y rigen nuestros tribunales.

Honrad á españoles chapados, macizos;
No así nos prefieran los advenedizos.

Con los medios juros del vasallo aumenta,
El que es de Ginebra, barata la renta.

Más de mil nos cuesta el daros quinientos;
Lo demás nos hurtan para los asientos.

Los que tienen puestos, lo caro encarecen
Y los otros plañen, revientan, perecen.

No es buena grandeza hollar al menor;
Que al polluelo tierno Dios todo es tutor.

En vano el agosto nos colma de espigas,
Si más lo almacenan logreros que hormigas.

Cebada que sobra los años mejores
De nuevo la encierran los revendedores.

El vulgo es sin rienda ladrón homicida;
Burla del castigo; da coz á la vida.

"¿Qué importa mil horcas, dice alguna vez,
Si es muerte más fiera hambre y desnudez?"

Los ricos repiten por mayores modos:
"Ya todo se acaba, pues hurtemos todos."

Perpetuos se venden oficios, gobiernos.
Que es dar á los pueblos verdugos eternos.

Compran vuestras villas el grande, el pequeño;
Rabian los vasallos de perderos dueño.

En vegas de pasto realengo vendido.
Ya todo ganado se da por perdido.

Si á España pisáis, apenas os muestra
Tierra que ella pueda deciros que es vuestra.

Así en mil arbitrios se enriquece el rico,
Y todo lo paga el pobre y el chico.

Sin duda el demonio, propicio y benino
Aquel que por nombre llaman peregrino,

Al Conde le dijo, favorable y plácido,
Cuando su excelencia oraba en San Plácido:

«Del rey los vasallos compiten tu puesto;
Destruye, aniquila y acábalo presto.

Los de la Corona mayores contrarios
Serán la disculpa para tus erarios:

Que si acaban éstos con la monarquía.
Morirá también quien te perseguía.

Mejor libra en guerra el que es prisionero
Que el que es sentenciado por el juez severo.

La causa de todo lo que ellos ganaron,
No la mataron, sino la libraron.»

Esto dijo el diablo al Conde Guzmán,
Y el Conde prosigue como don Julián.

Consentir no pueden las leyes reales
Pechos más injustos que los desiguales.

Ved tantas miserias como se han contado,
Teniendo las costas del papel sellado.

Si en algo he excedido, merezco perdones:
Duelos tan del alma no afectan razones.

Servicios son grandes las verdades ciertas;
Las falsas razones son flechas cubiertas.

Estímanse lenguas que alaban el crimen,
Honran al que pierde, y al que vence oprimen.

Las palabras vuestras son la honra mayor,
Y aun si fueran muchas, perdieran, señor.

Todos somos hijos que Dios os encarga;
No es bien que, cual bestias, nos mate la carga.

Si guerras se alegan y gastos terribles.
Las justas piedades son las invencibles.

No hay riesgo que abone, y más en batalla.
Trinchando vasallos para sustentalla.

Demás que lo errado de algunas quimeras
Llamó á los franceses á nuestras fronteras.

El quitarle Mantua á quien la heredaba
Comenzó la guerra, que nunca se acaba.

Azares, anuncios, incendios, fracasos.
Es pronosticar infelices casos.

Pero ya que hay gastos en Italia y Flandes,
Cesen los de casa superfluos y grandes.

Y no con la sangre de mí y de mis hijos.
Abunden estanques para regocijos.

Plazas de madera costaron millones,
Quitando á los templos vigas y tablones.

Crecen los palacios, ciento en cada cerro,
Y al gran San Isidro, ni ermita, ni entierro.

Madrid á los pobres pide mendigante,
Y en gastos perdidos es Roma triunfante.

Al labrador triste le venden su arado,
Y os labran de hierro un balcón sobrado.

Y con lo que cuesta la tela de caza
Pudieran enviar socorro á una plaza.

Es lícito á un rey holgarse y gastar;
Pero es de justicia medirse y pagar.

Piedras excusadas con tantas labores»
Os preparan templos de eternos honores.

Nunca tales gastos son migajas pocas,
Porque se las quitan muchos de sus bocas.

Ni es bien que en mil piezas la púrpura sobre,
Si todo se tiñe con sangre del pobre.

Ni en provecho os entran, ni son agradables,
Grandezas que lloran tantos miserables.

¿Qué honor, qué edificios, qué fiesta, qué sala,
Como un reino alegre que os cante la gala?

Más adorna á un rey su pueblo abundante.
Que vestirse al tope de fino diamante.

Si el rey es cabeza del reino, mal pudo
Lucir la cabeza de un cuerpo desnudo.

Lleváranse bien los gastos enormes;
Lleváranse mal si fueren disformes.

Muere la milicia de hambre en la costa;
Vive la malicia de ayuda de costa.

Gana la vitoria el valiente arriesgado;
Brindan con el premio al que está sentado.

El que por la guerra pretende alabanza
Con sangre enemiga la escribe en su lanza.

Del mérito propio sale el resplandor,
Y no de la tinta del adulador.

La fama, ella misma, si es digna, se canta:
No busca en ayuda algazara tanta.

Contra lo que vemos, quieren proponernos
Que son paraíso los mismos infiernos.

Las plumas compradas á Dios jurarán
Que el palo es regalo y las piedras pan.

Vuestro es el remedio: ponedle, señor.
Así Dios os haga, de Grande, el Mayor.

Grande sois Filipo, á manera de hoyo
Ved esto que digo, en razón lo apoyo:

Quien más quita al hoyo, más grande le hace;
Mirad quién lo ordena, veréis á quién place.

Porque lo demás todo es cumplimiento
De gente civil que vive del viento.

Y, así, de estas honras no hagáis caudal;
Mas honrad al vuestro, que es lo principal.

Servicios son grandes las verdades ciertas;
Las falsas lisonjas son flechas cubiertas.

Si en algo he excedido, merezca perdones:
¡Dolor tan del alma no afecta razones!
Francisco de Quevedo

Impresiones velazqueñas (II): Manuel Machado


Velázquez, Felipe IV, c. 1623, sala 12.

Nadie más cortesano ni pulido
que nuestro rey Felipe, que Dios guarde,
siempre de negro hasta los pies vestido.
Es pálida su tez como la tarde,
cansado el oro de su pelo undoso,
y de sus ojos, el azul, cobarde.
Sobre su augusto pecho generoso
ni joyeles perturban ni cadenas
el negro terciopelo silencioso.
Y, en vez de cetro real, sostiene apenas,
con desmayo galán, un guante de ante
la blanca mano de azuladas venas.
Manuel Machado

Impresiones velazqueñas (I): Rubén Darío y Oscar Wilde

Velázquez, Mariana de Austria, c. 1652, sala 12.

La princesa está triste . . . ¿qué tendrá la princesa?

Los suspiros se escapan de su boca de fresa,

que ha perdido la risa, que ha perdido el color.

La princesa está pálida en su silla de oro,

está mudo el teclado de su clave sonoro;

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.

Parlanchina, la dueña dice cosas vanales,

y, vestido de rojo, piruetea el bufón.

La princesa no ríe, la princesa no siente;

la princesa persigue por el cielo de Oriente

la líbelula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,

o en el que ha detenido su carroza argentina

para ver de sus ojos la dulzura de luz?

¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,

o en el que es soberano de los claros diamantes,

o en el dueño orgullosos de las perlas de Ormuz?

¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa,

quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,

tener alas ligeras, bajo el cielo volar,

ir al sol por la escala luminosa de un rayo,

saludar a los lirios con los versos de mayo,

o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,

ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata

ni los cisnes unánimes en el lago de azur.

Y están tristes las flores por la flor de la corte;

los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,

de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!

Esta presa en sus oros, esta presa en sus tules,

en la jaula de mármol del palacio real,

el palacio soberbio que vigilan los guardas,

que custodian cien negros con sus cien alabardas,

un lebrel que no duerme y un dragón colosal,

¡Oh quien fuera hipsipila que dejó la crisálida!

(La princesa está triste. La princesa está pálida.)

¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!

¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe

(La princesa está palida. La princesa está triste)

más brillante que el alba, más hermoso que abril!

--¡Calla, calla, princesa --dice el hada madrina--,

en caballo con alas, hacia acá se encamina,

en el cinto la espada y en la mano el azor,

el feliz caballero que te adora sin verte,

y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,

a encenderte los labios con su beso de amor!
Ruben Darío

Había una vez una princesa que vivía en un palacio muy grande. El día en que cumplía trece años hubo una gran fiesta, con trapecistas, magos, payasos… pero la princesa se aburría. Entonces apareció un enano; un enano muy feo que daba brincos y hacía piruetas en el aire, el enano fue todo un acontecimiento.
-¡Bravo, bravo! – Decía la princesa aplaudiendo y sin dejar de reír.
Y el enano contagiado de su alegría, saltaba y saltaba, hasta que cayó al suelo rendido.
- ¡Sigue saltando, por favor¡ – dijo la princesa. Pero el enano ya no podía más. La princesa se puso triste y se retiró a sus aposentos.
Al rato, el enano, orgulloso de haber agradado a la princesa, decidió ir a buscarla convencido de que ella se iría a vivir con él al bosque. “Ella no es feliz aquí” pensaba el enano.“Yo la cuidaré y la haré reír siempre”
El enano recorrió el palacio buscando la habitación de la princesa, pero al llegar a uno de los salones vio algo horrible. Ante él había un monstruo que lo miraba con ojos torcidos y sanguinolentos, con unas manos peludas y unos pies enormes.
El enano quiso morirse cuando se dio cuenta de que aquel monstruo era él mismo, reflejado en un espejo. En ese momento entró la princesa con su séquito.
-¡Ah, estás ahí!, ¡qué bien! Baila otra vez para mí, por favor.
Pero el enano estaba tirado en el suelo y no se movía. El médico de la corte se acercó a él y le tomó el pulso.
- Ya no bailará más para vos, princesa – le dijo.
- ¿Por qué? – preguntó la princesa.
- Porque se le ha roto el corazón
Y la princesa contestó:
- De ahora en adelante, que todos los que vengan a palacio no tengan corazón.
Oscar Wilde

viernes, 24 de junio de 2011

Un flamenco, las obras de misericordia y el Libro de los Muertos

Vrancke van der Stockt, ala lateral derecha del Tríptico de la Redención, segunda mitad del siglo XV, sala 58a.   

Las obras de misericordia (Mt 25, 35-36):

"Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber, era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme (...) En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis".  Posteriormente se añadiría aquella de enterrar a los muertos. 

Libro de los Muertos (capítulo 125)

"Heme aquí llegado ante vosotros, pues nunca cometí pecados (...)He vivido siempre de lo que es verdad, me he saciado de lo que es justo. Cumplí las órdenes de los hombres (y me amoldé) a lo que complacía a los dioses. Satisfice al dios (cumpliendo) lo que él deseaba. Di pan al hambriento, agua al sediento, vestí al que estaba desnudo y una barca al náugrafo. Cumplí el servicio de las ofrendas divinas para con los dioses y ofrendas funerarias para con los bienaventurados" (Libro de los Muertos, Tecnos, Madrid, 2005 (4ª edición), p. 209. Traducción de Federico Lara Peinado).

Vestir al desnudo

Dar de beber al sediento

Dar de comer al hambriento

Acoger al forastero

Visitar al preso

Visitar al enfermo

Enterrar a los muertos




jueves, 23 de junio de 2011

El caballo blanco... del flamenco

Hans Memling, Tríptico de la Adoración de los Magos, segunda mitad del siglo XV, sala 58.
Robert Campin, San Juan Bautista y Enrique Werl (detalle), 1438, sala 58
Robert Campin,  Santa Bárbara (detalle), 1438, sala 58

Dos caballos por el precio de uno

Francisco de Goya, Dos de mayo (invertido), 1814, sala 65
Francisco de Goya, El general José de Palafox, 1814, sala 64

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El manto de Fernando VII

Francisco de Goya y Lucientes, Fernando VII, c. 1814-15. Sala 64.

 Detalle manto (http://www.museodelprado.es/coleccion/galeria-on-line/galeria-on-line/zoom/2/obra/el-rey-fernando-vii-con-manto-real/oimg/0/)

 Jackson Pollock

miércoles, 22 de junio de 2011

Copying Tiziano (Livio Mehus y sus alegorías)

Livio Mehus, El genio de la Pintura, c. 1650, sala 6


 
Tiziano, Martirio de san Pedro Mártir (original perdido)
Mehus (detalle)

Livio Mehus, El genio de la escultura, Galleria Palatina, Florencia